La consciencia de sí mismo

La riqueza de este trabajo, se basa en el despertar sensorial y la toma de consciencia. Lo cual ayuda a reencontrar o mantener contacto con nuestro propio potencial.

Cada uno nacemos con un potencial personal, y de niños es evidente que vivimos en contacto con dicho potencial. Los niños tienen una naturalidad especial y a ella podemos atribuirle cantidad de otras cualidades como son: espontaneidad, alegría, vitalidad, autenticidad, etc... Son tributos propios de los niños que se ven resaltados por esa capacidad de estar totalmente presentes en lo que están haciendo.

Esta facilidad les confiere una gracia particular. No tienen que hacer ningún esfuerzo para vivir totalmente cada instante. Podríamos decir que su atención no tiene fugas.

Poco a poco el niño en su desarrollo tiene que adaptarse al medio en el que se desenvuelve; para ello recibe una educación, y también tiene la oportunidad de imitar patrones de conducta que ve en su entorno. De esta manera podríamos decir que cumple con una serie de expectativas, pero para ello de algún modo pierde en parte ese contacto consigo mismo que poseía de forma espontánea.

Son los "condicionamientos" de la cultura, nuestros sistemas de creencias, y el como nos adaptamos a  ciertas situaciones lo que nos puede hacer desconectar en parte de ese potencial.

Cada experiencia que vivimos está revestida de sensaciones, pensamientos, muchas veces sentimientos, donde podamos integrar el gesto y la percepción sensorial en el momento presente. Es como si cada una de esas dimensiones de nuestra experiencia retomaran un centro común. Este es el modo en que tratamos de acercarnos a un funcionamiento completo de nuestro organismo en el mundo en que vivimos y del cual formamos parte.

La experiencia en los grupos de trabajo, es que cuando esto sucede, surge una claridad interior que aporta transparencia y nos permite ver un poco más allá de nuestros propios condicionamientos personales. Charles Brooks, en su libro "Consciencia Sensorial" lo describe así: " Al experimentar las sensaciones, regresamos gradualmente a esa amplia zona del centro del espectro, donde nuestro derecho de nacimiento queda equilibrada con nuestra cultura y a partir del cual nos encontramos libres para movernos en cualquier dirección". Es un estado de centramiento y plenitud, del cual surge lo que algunos describen como "una alegría sin motivo", un estado de consciencia abierto, sereno y equilibrado.

Artículo: Jorge Ramón Gomáriz