Cuando pienso en escribir nuevamente
sobre esta técnica, lo primero que viene
a mi mente son las personas, sus casos,
sus rostros y especialmente sus comentarios y
aportaciones sobre la experiencia del trabajo.
Hace 18 años que vengo aplicando los principios
y prácticas que constituyen las bases de esta técnica
que denomino Estiramientos de Cadenas
Musculares. He querido sentarme a escribir
después de realizar una sesión práctica y en mis
sensaciones identifico cantidad de expresiones
que a menudo escucho entre mis alumnas/os.
Son aquellas sensaciones las que me llevaron un
día a querer compartir esta experiencia con otras
personas, a investigar y plantear este trabajo de
manera sistematizada y estructurada en forma
de sesiones semanales que pronto dieron sus
frutos produciendo cambios en diversas sintomatologías.
Yo fui el primer sorprendido, el primer beneficiado
debido a mis problemas de espalda y
conmigo una larga cadena de personas que me
han acompañado en este camino hasta el día
de hoy.
La sensación de liberación corporal, expansión
de la consciencia y calma mental, tras la
práctica son algunas de las señas de identidad
de este trabajo corporal. Realizado consciente
y meticulosamente propone toda una serie de
prácticas cuyo propósito es liberar el cuerpo de
tensiones profundas para recuperar su alineamiento
y conservar la movilidad.
Los principios básicos que utilizo no han
sido emitidos por mí, son de algunas maestras y
maestros de sobra conocidos en el campo de las
terapias corporales; todas estas personas con su
talento, con su visión del cuerpo, sus propios problemas
y su intuición dieron forma a un nuevo
paradigma que revolucionó los esquemas de la
fisioterapia clásica y la reeducación postural.
A principios del siglo XIX la revolución industrial
ya había marcado a muchas personas, nos
había separado de la naturaleza y de los procesos
artesanales. A cambio había creado especialistas
en la producción en serie de cualquier cosa, esto
prometía grandes avances de confort y progreso;
al mismo tiempo nos sometía a una utilización
corporal de patrones de movimiento cada vez
más repetitivos, carentes de la justa alternancia
que nos aportaba el trabajo
vinculado a la naturaleza.
Tal vez este fue uno de los
motivos principales que llevó
a Elsa Ginddler a escribir
su artículo: «La gimnasia
del hombre que trabaja».
Creo que actualmente se
hace necesario recuperar un
equilibrio que con el tiempo
hemos ido perdiendo dentro
de esta sociedad moderna.
Las estadísticas son suficientemente
elocuentes y la
necesidad de recurrir a las
técnicas corporales hoy nadie
lo pone en duda. Como
digo en mi libro, cuando
conocí los principios del
Método Mézières sentí que
todo encajaba como en un
puzzle. Nuestro cuerpo participa
de una cadena evolutiva
y se encuentra en un
momento específico de su
adaptación al medio, con las
ventajas e inconvenientes
que eso acarrea.
La cadena posterior
(Fig. 1) que Françoise
Mézières describió con tanto acierto es la que
nos permitió erguirnos y pasar a la bipedestación
(posición en pie). Dicha cadena transcurre en la
parte posterior de nuestro cuerpo, desde la base
del cráneo hasta la planta de los pies y tiene una
especial relevancia en las funciones estáticas
(antigravitatorias). La configuración de las tres
principales masas corporales (cráneo, tórax y
pelvis), (Fig. 2) determina la solicitación casi
permanente de esta cadena muscular. Si contemplamos
nuestro esqueleto desprovisto de su traje
muscular, podremos observar que dichas masas
-debido a su disposición- tienen tendencia a
caer hacia delante por la acción de la gravedad
y por lo tanto, a demandar acciones musculares
situadas en la parte posterior del cuerpo que
puedan impedirlo.
En el proceso de bipedestación y debido a que
el emplazamiento de la tibia se encuentra en la
parte posterior del pie, fue necesario para ganar
estabilidad transferir el peso corporal hacia el
centro del pie, lo cual determina una mayor
solicitación de la cadena posterior.
En cuanto a nuestra utilización corporal sabemos
que el movimiento de flexión predomina
sobre la extensión, la aducción sobre la abducción
y la rotación interna sobre la externa. Cuando
flexionamos nuestro
cuerpo hacia delante es
la cadena posterior la
que trabaja, evitando ser
arrastrados por la gravedad
y vuelve a ser ella
la que trabaja cuando
nos incorporamos. «No
estamos aplastados por
la gravedad sino por las
acciones musculares que
se vuelven excesivas, tratando
de luchar contra
ella».
Al hilo de esta célebre frase de Françoise
Mézières, se me ocurre
comentar otra frase, no
menos célebre, de Ida
Rolf: «La gravedad es
el terapeuta». Efectivamente
así es, la fuerza de
la gravedad nos lleva a la verticalidad, nos acerca al eje por ley de economía,
siempre que nuestras cadenas musculares
lo permitan, si se encuentran acortadas esto no
será posible. Cualquier músculo o familia de
músculos que sea solicitado «a tiempo completo»
(casi permanentemente) tendrá tendencia a la
hipertonicidad y al acortamiento.
«El sistema nervioso, el hormonal y la fascia forman claramente
los pilares del concepto de globalidad»
Una sincronicidad casi perfecta entre apoyos
y palancas de nuestros huesos, más la presencia de
los músculos como motor del movimiento permiten
que nuestra estructura corporal se sostenga
y se desplace en el espacio de manera admirable,
pero con un equilibrio frágil y vulnerable.
En este equilibrio, la fascia (tejido conjuntivo)
representa un papel primordial como estructura
de sostén para huesos, músculos y órganos,
ella constituye un vínculo de continuidad entre
todos ellos. La fascia es responsable de que exista
una relación entre las partes. El sistema nervioso,
el hormonal y la fascia forman claramente los
pilares del concepto de globalidad, el cual se encuentra
en las bases del paradigma moderno.
Tanto en el Método Mézières como en
osteopatía se habla a menudo de compensaciones,
este fenómeno corporal denominado por
Mézières como «reflejo antálgico a priori», se
refiere a reacciones de adaptación que se producen
tanto a nivel neurológico como biomecánico,
y por las cuales un trastorno o alteración inicial
puede trasladar síntomas a otra parte de nuestro
cuerpo lejos de donde comenzó. Silenciado el
síntoma donde se encontraba la causa, reaparece
más tarde en otro lugar donde aparentemente
no guarda relación con nada. F. Mézières decía:
«La curación casi nunca está donde están los
síntomas, porque la causa casi nunca está donde
están los síntomas».
Godelieve Denys-Struyf vive actualmente
y a su vez fue contemporánea de F. Mézières,
las dos compartieron muchos de sus puntos
de vista. Su método no sólo se orienta a nivel
morfológico o estructural, va mucho más lejos,
gracias a su capacidad de análisis de observación
y a su talento como dibujante, ella establece una
relación entre las tendencias
psicológicas y comportamentales
de cada persona con las
cadenas musculares y articulares.
«El cuerpo es lenguaje
y las cadenas musculares son
sus herramientas de expresión»,
asegura.
La manera que cada uno tenemos de funcionar
en la vida se refleja en nuestra actitud postural
y en la expresión del movimiento. Motivaciones
esenciales, carencias, traumas, emociones, etc. En
definitiva, nuestras principales pulsiones psicocomportamentales
hacen reaccionar a nuestras
cadenas musculares y así con el tiempo constituyen
un lenguaje grabado en el cuerpo. El exceso
de tensión en una cadena muscular provocará
la fijación de una actitud postural determinada,
esto es lo que Godelieve define como tipología.
Algunas veces digo a mis alumnos que el cuerpo
refleja lo que las palabras esconden.
«La sensación de liberación corporal y calma mental tras la
práctica son algunas de las señas de identidad de este trabajo»
Los patrones de tensión como hemos dicho
son reflejo de actitudes y comportamientos, son
consecuencia del estrés emocional y de la utilización
corporal, el hecho de trabajar sobre ellos nos
brinda la oportunidad de reconocerlos y tomar
consciencia de cómo pueden llegar a limitar
nuestra manera de funcionar.
«Actuamos sobre las cadenas musculares que se encuentran
más sobrecargadas con un estiramiento suave, sostenido y consciente»
En cuanto a la respiración, no se trata de
enseñar a respirar. Conscientes de que la respiración
es una función refleja, no nos interesan demasiado
los cambios realizados voluntariamente,
con las posiciones que realizamos procuramos
crear estímulos que favorezcan su liberación,
fluidez y adaptabilidad. Los músculos inspiradores
por su cometido y su vinculación a los
procesos emocionales, es fácil que se encuentren
con exceso de tono. F. Mézières manifestó que la
mayoría de personas tenemos tendencia a estar
«bloqueados» en inspiración.
Las prácticas se imparten a través de consignas
verbales mientras el alumno construye una
imagen mental de la posición. El facilitador del
grupo, a través de la palabra, propone un acompañamiento
que tiene como propósito hacer de
la práctica una experiencia consciente, sus consignas
van más allá de lo meramente corporal, la
actitud es más importante que el esfuerzo y se
trata más de permitir que de forzar, todo para
favorecer un proceso de pequeños cambios corporales
y la autorregulación del organismo.
Actuamos sobre las cadenas musculares que
se encuentran más sobrecargadas con un estiramiento
suave, sostenido y consciente. Cada cual
respeta sus propios límites y trabaja a su ritmo.
Las prácticas se realizan preferentemente en
descarga para evitar presiones innecesarias sobre
los discos intervertebrales. Al llevar a cabo el
estiramiento de una cadena muscular es necesario
respetar la globalidad, esto significa evitar
compensaciones o desalineamientos no deseados
en cualquier parte de la cadena articular.
Están especialmente indicados para problemas
de espalda y lesiones de columna vertebral.
Favorecen la integración postural y el movimiento.
Tienen efectos muy positivos sobre el sistema
nervioso, reduciendo el estrés. Mejoran la circulación
sanguínea y linfática. Reducen el riesgo
de lesiones en el deporte y en
la vida cotidiana. Liberan la
respiración y ayudan a recuperar
la capacidad de sentir
plenamente del cuerpo.
Jorge Ramón Gomariz
Osteópata y
Profesor de
Técnicas Corporales